jueves, 15 de diciembre de 2011

Prólogo

Prólogo.
   -Debemos fortalecernos-pronunció él con tanta solemnidad.
-No será fácil, primero tenemos que investigar-contestó ella sin despegar la vista de el libro que sostenía con ambas manos.
   Él carraspeó como intentando contener una carcajada e intentó no soltar una sonrisa irónica. 
-¿En verdad crees que es necesario?-preguntó él sintiéndose aún más como un verdadero y digno líder.
-Claro que lo es, no creerás que vamos a elegir al primero que se pase por nuestro camino, ¿verdad?-exclamó ella enarcando ambas cejas.
   Él no contestó, simplemente hizo una mueca malévola y cruzó ambos brazos dirigiéndole una mirada retadora. Ella odiaba que la contradijeran pero en este caso no podía hacer nada más que aceptar ese mandato.
-¡Ash!, estoy harta de que hagas eso-dijo ella un poco resignada pero al mismo tiempo molesta.
-No luches contra mí muñeca-contestó él y le guiñó un ojo.
-Nada más te voy a recordar algo, no te olvides de el tigre blanco-comentó ella y después se fue sin obsequiarle alguna mirada.
   En ese instante la mente del líder comenzó a llenarse de brumas y no fue capaz de guardar toda esa información. Al razonar un poco más acerca de la situación decidió hacer caso a la que en un momento consideró una inexperta. Se dio la media vuelta  y miró a la mujer que se encontraba frente a él marchándose, se frotó la frente con el final de la manga de su camisa, luego caminó de un lado a otro y se detuvo en el punto en el que originalmente estaba, volviendo a mirar hacia el mismo lado, ahora ella se encontraba  a punto de salir de la habitación.
-¡Espera!-gritó él con un brazo en el aire.
   La mujer se detuvo y antes de voltear se sonrió para si misma con un gesto de satisfacción, levantó su brazo disimuladamente para hacer un movimiento de victoria, puso sus gestos de forma seria otra vez y por fin volteó lentamente   con los ojos casi cerrados de una forma elegante y sabia.
-De acuerdo, te daré un mes, no más. Si en ese mes no encuentras al indicado lo haremos a mí manera y se acabó-dijo él entre dientes.
-Muy bien-se limitó a decir ella sin más, y acto seguido se dio la media vuelta otra vez y salió de la habitación.
   "Ahora solamente me queda encontrarlo, pero parece que no será difícil", pensó ella y en seguida sacó de su bolsillo una fotografía y después la miro detalladamente. La persona de esa fotografía no era más que un joven, ni siquiera había llegado a la adolescencia, esos ojos color miel tan brillantes como una estrella, su piel clara y el contraste que esta tenía con el pelo castaño casi oscuro, su boca fina pero también muy atractiva para su edad. En opinión de ella tenía mucho potencial para lo que lo buscaban.
    Lo único que quedaba por hacer era buscar el momento perfecto, un momento que a lo largo de su vida no lo convirtiera en una criatura que iba contra los suyos. El tigre blanco siempre fue un claro ejemplo de lo que una cuestión así podía ser por lo cual no estaban dispuestos a arriesgarse a sufrir lo mismo.
    Se sentó en el sofá más suave e imponente que había en la sala de estar y ahí mismo continuó contemplando la foto.
-Serás un excelente integrante-dijo ella y sonrió maliciosamente.